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Examen tipo test constitución española 1978
Cómo citar la constitución española
La historia constitucional de España se remonta a la Constitución de 1812. Tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975, unas elecciones generales en 1977 convocaron a las Cortes Constituyentes (el Parlamento español, en su calidad de asamblea constituyente) con el fin de redactar y aprobar la Constitución.
Entre los miembros elegidos de las Cortes se seleccionó un grupo de siete miembros para trabajar en un proyecto de Constitución que se presentaría al organismo. Estos fueron conocidos, según los medios de comunicación, como los “padres de la Constitución”. Estas siete personas fueron elegidas para representar el amplio (y a menudo, profundamente dividido) espectro político dentro del Parlamento español, mientras que el papel principal se le dio al entonces partido gobernante y ahora extinto Unión de Centro Democrático (UCD).
El escritor (y senador por designación real) Camilo José Cela pulió posteriormente la redacción del proyecto de Constitución. Sin embargo, dado que gran parte del consenso dependía de mantener la ambigüedad de la redacción, se aprobaron pocas de las reformulaciones propuestas por Cela. Una de las aceptadas fue la sustitución del arcaico gualda (“color de soldadura”) por el simple amarillo en la descripción de la bandera de España[cita requerida].
Constitución española 1978 resumen
La crisis constitucional española va en aumento, y ahora -por fin- ha encontrado una atención más amplia, gracias al referéndum del 1 de octubre y a la violencia de la policía española que intenta impedir su celebración. Todavía reina mucha confusión sobre cómo enfocar la crisis, aparte de la obvia condena de las violaciones de los derechos humanos durante el referéndum y en las semanas previas. Habiendo sido un observador cercano del desarrollo de la crisis durante la última década, he aquí algunos intentos de aclaración.
Enmiendas a la constitución española
Los catalanes no han perdido su determinación. La tan esperada sentencia ha sido recibida con una ola de desobediencia civil. Respondiendo al llamamiento de un grupo anónimo, masas de manifestantes han salido a la calle para escenificar un “tsunami democrático” que ha interrumpido infraestructuras críticas, desde autopistas a líneas de tren de alta velocidad, pasando por el aeropuerto de El Prat de Barcelona.
Los acontecimientos actuales son la culminación de más de una década de tensiones crecientes en torno al estatus de la nación catalana dentro de España. Esta cuestión quedó sin resolver por la artera ambigüedad de la Constitución de 1978, la base del acuerdo político postfranquista. Sin embargo, el significado de nación catalana se puso a prueba con el conflicto que se desarrolló en torno al estatuto de autonomía de 2006, el “estatut”. Ese año, el Parlamento catalán aprobó una nueva carta de autogobierno que incluía una serie de referencias preambulares a la nación catalana.
Al mismo tiempo, el Partido Popular (PP), el principal partido conservador de España, comenzó a ensayar una estrategia electoral basada en la polarización de las relaciones con las minorías culturales del país. Esta estrategia implicaba una retirada táctica de Cataluña y el País Vasco, regiones en las que los orígenes franquistas del partido no les cosechan muchos votos de todos modos, para galvanizar su base nacionalista española en otros lugares. En este contexto, el PP llevó a cabo una agresiva campaña contra el “estatuto” y lo impugnó ante el Tribunal Constitucional.
Constitución española de 1931
Históricamente, el territorio que hoy comprende la España contemporánea fue una red de diferentes reinos gobernados por diversos monarcas. Durante varios siglos, la mayor parte de la Península Ibérica estuvo gobernada por califatos islámicos, hasta que los gobernantes cristianos europeos volvieron a dominar el territorio a finales del siglo XV mediante la Reconquista. En 1492, España había unificado múltiples reinos en una sola nación, aunque en la que las identidades regionales seguían siendo fuertes.
El federalismo, históricamente una fuerza democratizadora en España, se ha visto durante mucho tiempo como una respuesta potencial al reto de mantener un estado unificado y construir la nación. La Primera República Española, régimen político que se desarrolló tras la abdicación del rey Amadeo I, introdujo el federalismo como principio oficial del gobierno español. Sin embargo, esta nueva forma de gobierno no tuvo éxito y duró poco. No dio lugar a estados autónomos como se pretendía, sino que la oposición política dio lugar al desarrollo de cantones independientes y rebeldes. La Primera República Federal Española llegó a su fin en diciembre de 1874 con la restauración de la monarquía.