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Una de las pocas “puertas” que quedan para la entrada de inmigrantes irregulares en Europa, el enclave norteafricano de Melilla, ha sido alcanzada por 400 personas. Otros fueron rechazados por la policía marroquí y española.

Una embarcación con cientos de inmigrantes se ha hundido al sur de la isla mediterránea de Lampedusa, y los medios de comunicación italianos informan de varias víctimas mortales. Hace un día, decenas de migrantes murieron en otro naufragio frente a Libia. (12.05.2014)

Médicos Sin Fronteras (MSF) en Grecia ha pedido que la UE y Grecia “dejen de eludir su responsabilidad” cuando se trata de los migrantes y tengan en cuenta el coste humano de las políticas migratorias en toda la región. (04.04.2014)

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El Alcalde-Presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla (español: Presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla) o simplemente el Presidente de Melilla, es la máxima autoridad del enclave español de Melilla, actuando como jefe de gobierno y como presidente de la Asamblea de Melilla.

El actual y 5º alcalde-presidente de Melilla es Eduardo de Castro, de Ciudadanos, que ocupa el cargo desde el 15 de junio de 2019[1] Antes de marzo de 1995, cuando se aprobó el Estatuto de Autonomía del enclave, la ciudad formaba parte de la provincia de Málaga.

Al alcalde-presidente le corresponde dirigir el gobierno; nombrar a los miembros del gobierno; representar a la Ciudad; convocar y presidir las sesiones del Pleno;[2] diseñar, desarrollar y ejecutar las competencias que la Constitución encomienda a las ciudades autónomas; dictar reglamentos; ejecutar el presupuesto; dirigir la función pública y contratar, despedir o sancionar al personal a su servicio; dirigir la policía local; dirigir el planeamiento urbanístico; ejercer todas las acciones judiciales para defender los intereses de la Ciudad; y adoptar todas las medidas necesarias en caso de catástrofe.[3]

wikipedia

Antes de que amaneciera una mañana de enero en Melilla, una ciudad española flanqueada por el mar Mediterráneo a un lado y por colinas semiáridas al otro, el veterano policía de fronteras Sergio Márquez escuchó la llamada a través de la radio: “Activación de la valla, por favor verifique”.

Los sensores automáticos de este tramo de la frontera de España con Marruecos, un tramo de casi 11 kilómetros de barreras fortificadas que separan una minúscula mota de territorio de la Unión Europea en el norte de África, están lejos de ser perfectos. La frontera entre ambos países es una auténtica carrera de obstáculos para los miles de inmigrantes que intentan cruzarla cada año: Está formada por una trinchera y cuatro vallas, una en el lado marroquí y tres en el español, salpicadas de sensores activados por movimiento como el que alertó a Márquez aquella mañana de invierno. En teoría, los sensores constituyen una última línea de defensa para la policía española que vigila la frontera. Pero son muy delicados: a veces los activan los perros callejeros; otras veces, las fuerzas marroquíes del otro lado tocan inadvertidamente la valla y hacen que sus homólogos salgan corriendo.

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Inmigrantes africanos sentados en lo alto de la valla fronteriza, mientras los agentes de la Guardia Civil española suben para alcanzarlos, durante un intento de cruzar a territorio español, entre Marruecos y el enclave norteafricano español de Melilla 14 de agosto de 2014.

Un punto especialmente problemático es la frontera de Marruecos con el diminuto enclave español de Melilla, en la costa mediterránea, donde los migrantes que intentan huir de la pobreza o la persecución se enfrentan regularmente a los abusos de las autoridades españolas y marroquíes, señaló el lunes Human Rights Watch.Marruecos ha estimado que hay entre 25.000 y 40.000 de estos migrantes en el país. Muchos de ellos intentan llegar a territorio europeo escalando las tres vallas de alambre de púas de seis metros de altura que separan Marruecos del enclave español de Melilla o tomando una balsa o un barco hasta Melilla.  La semana pasada, cientos de inmigrantes procedentes del África subsahariana intentaron escalar las tres vallas, con 1.300 personas que lo hicieron sólo los días 12 y 13 de agosto, según HRW.Las imágenes de vídeo parecen mostrar a agentes uniformados pertenecientes al cuerpo paramilitar de la policía nacional española golpeando a los inmigrantes con porras mientras escalaban la valla del medio, lo que provocó la caída de uno de ellos. Un juez español afirmó recientemente que toda la triple valla está en territorio español.

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