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Organizacion carismatica
El liderazgo carismático en las organizaciones
“Carisma” es un antiguo término griego que cobró importancia inicialmente a través de las cartas de San Pablo a las comunidades cristianas emergentes en el siglo I. En este contexto, se refería generalmente a un “don” de origen divino que demostraba la autoridad de Dios en los primeros líderes de la Iglesia. Max Weber tomó esta noción teológica y la generalizó, considerándola como algo que los seguidores atribuyen, abriéndola así al uso de los sociólogos que la aplicaron a contextos políticos, militares, de celebridades y religiosos no cristianos[1]. Otros términos utilizados son “dominación carismática”[2] y “liderazgo carismático”[3].
[Cierta cualidad de una personalidad individual, en virtud de la cual se le distingue de los hombres comunes y se le trata como dotado de poderes o cualidades sobrenaturales, sobrehumanos o, al menos, específicamente excepcionales. Son aquellas que no son accesibles a la persona ordinaria, sino que se consideran de origen divino o ejemplares, y sobre la base de ellas el individuo en cuestión es tratado como un líder … El modo en que la cualidad en cuestión sería juzgada en última instancia desde un punto de vista ético, estético o de otro tipo es naturalmente indiferente para el propósito de la definición[4][a].
El liderazgo carismático en la organización
“Carisma” es un antiguo término griego que adquirió importancia inicialmente a través de las cartas de San Pablo a las comunidades cristianas emergentes en el siglo I. En este contexto, se refería generalmente a un “don” de origen divino que demostraba la autoridad de Dios en los primeros líderes de la Iglesia. Max Weber tomó esta noción teológica y la generalizó, considerándola como algo que los seguidores atribuyen, abriéndola así al uso de los sociólogos que la aplicaron a contextos políticos, militares, de celebridades y religiosos no cristianos[1]. Otros términos utilizados son “dominación carismática”[2] y “liderazgo carismático”[3].
[Cierta cualidad de una personalidad individual, en virtud de la cual se le distingue de los hombres comunes y se le trata como dotado de poderes o cualidades sobrenaturales, sobrehumanos o, al menos, específicamente excepcionales. Son aquellas que no son accesibles a la persona ordinaria, sino que se consideran de origen divino o ejemplares, y sobre la base de ellas el individuo en cuestión es tratado como un líder … El modo en que la cualidad en cuestión sería juzgada en última instancia desde un punto de vista ético, estético o de otro tipo es naturalmente indiferente para el propósito de la definición[4][a].
Autoridad carismática
El ex director general de Enron, Jeff Skilling, irradiaba tanto carisma que inducía la obediencia ciega de sus seguidores. Incluso el consejo de administración de Enron se plegó a la voluntad de Skilling, suspendiendo su código ético para los altos ejecutivos, que destruyeron la empresa.
Sin embargo, la elección de Skilling como director general de Enron fue típica. La mayoría de las empresas buscan carisma en sus líderes, incluso a expensas del pensamiento estratégico y el conocimiento del sector. Desgraciadamente, su elección suele generar decepciones, incluso desastres.
La creencia en el poder de los líderes carismáticos es comprensible. Los directores generales superestrella impregnan a las empresas con problemas de entusiasmo, asombro y esperanza. Pero, sorprendentemente, tienen poco impacto positivo en los resultados de las empresas. Los directores de las empresas deben descartar el deslumbramiento y elegir al líder adecuado, o arriesgarse a ver cómo se agota la energía de la empresa.
Antes de 1980, la mayoría de los directores generales eran “hombres de organización”, que se abrían paso en el escalafón en una relativa oscuridad. Pero cuando los beneficios de las empresas cayeron en picado durante los años 80, los inversores quisieron de repente directores generales que pudieran “sacudir las cosas”. De ahí la necesidad de carisma.
Carisma y liderazgo en las organizaciones bryman, 1992 pdf
“Carisma” es un antiguo término griego que adquirió importancia inicialmente a través de las cartas de San Pablo a las comunidades cristianas emergentes en el siglo I. En este contexto, se refería generalmente a un “don” de origen divino que demostraba la autoridad de Dios en los primeros líderes de la Iglesia. Max Weber tomó esta noción teológica y la generalizó, considerándola como algo que los seguidores atribuyen, abriéndola así al uso de los sociólogos que la aplicaron a contextos políticos, militares, de celebridades y religiosos no cristianos[1]. Otros términos utilizados son “dominación carismática”[2] y “liderazgo carismático”[3].
[Cierta cualidad de una personalidad individual, en virtud de la cual se le distingue de los hombres comunes y se le trata como dotado de poderes o cualidades sobrenaturales, sobrehumanos o, al menos, específicamente excepcionales. Son aquellas que no son accesibles a la persona ordinaria, sino que se consideran de origen divino o ejemplares, y sobre la base de ellas el individuo en cuestión es tratado como un líder … El modo en que la cualidad en cuestión sería juzgada en última instancia desde un punto de vista ético, estético o de otro tipo es naturalmente indiferente para el propósito de la definición[4][a].