Diogenes y socrates

Vidas y opiniones de eminentes p

El encuentro entre Diógenes de Sínope y Alejandro Magno es una de las anécdotas más discutidas de la historia de la filosofía. Existen muchas versiones de la misma. La más popular la relata como prueba del desprecio de Diógenes por la autoridad, la riqueza y el decoro[1].

Existen versiones y más versiones de la anécdota, la mayoría de las cuales parecen tener su origen, directa o indirectamente, en el relato del encuentro realizado por Plutarco, cuya historicidad real también ha sido puesta en duda[3] Varias de las versiones embellecidas de la anécdota no nombran a uno o a los dos protagonistas, y algunas incluso sustituyen a Diógenes por Sócrates[4].

Hay muchas variantes menores de lo que se supone que Diógenes contestó a Alejandro. Según Cicerón, Diógenes respondió a Alejandro con las siguientes palabras: “Ahora aléjate un poco del sol”[9] Según Valerio Máximo, Diógenes respondió “A esto luego, por ahora sólo quiero que no te pongas al sol”[10] La afirmación de Alejandro, “si no fuera Alejandro Magno, me gustaría ser Diógenes”, también aparece en algunas otras versiones de la anécdota[5].

Diógenesfilósofo griego

Diógenes (c. 412 a.C. – 323 a.C.) fue un filósofo griego y uno de los fundadores de la filosofía cínica. Instó a sus seguidores a vivir con la mayor sencillez posible. Es posible que también estuviera un poco loco.

Diógenes decía que su casa era un barril de vino. Aparte de ese barril, lo único que poseía era su capa y su bastón. En un tiempo, también tenía un cuenco, pero después de ver a un niño bebiendo agua con las manos, se deshizo del cuenco en un esfuerzo por adoptar una vida más sencilla.

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A menudo se podía ver a Diógenes yendo de estatua en estatua en Atenas, pidiendo dinero a las imágenes de piedra. Decía que lo hacía para aprender a no desilusionarse si su mendicidad no le reportaba nada.

Una de sus prácticas, que a algunos les parecía encantadora, era la de caminar por la calle de espaldas. Otra práctica, que la mayoría de la gente encontraba menos encantadora, era su costumbre de hacer sus necesidades en público.

En una ocasión, escuchó a Platón dando una conferencia en su academia en la que definía al hombre como un “bípedo sin plumas”. Diógenes salió rápidamente y desplumó una gallina. Volvió con Platón y le gritó: “¡Contempla! Te he traído un hombre”. Platón se vio obligado a modificar su definición de hombre para que fuera un “bípedo sin plumas con amplias uñas planas”.

Diógenes en busca de un honor

El carácter excepcional de la vida de Diógenes genera cierta dificultad para determinar los acontecimientos exactos que la componen. Fue un ciudadano de Sinope que huyó o se exilió a causa de un problema de adulteración de la moneda. Gracias a las pruebas numismáticas, la adulteración de la moneda de Sinope es un acontecimiento sobre el que hay certeza. Sin embargo, los detalles de la adulteración son más turbios: “Diocles cuenta que [Diógenes] se exilió porque a su padre se le confió el dinero del estado y adulteró la moneda. Pero Eubúlides, en su libro sobre Diógenes, dice que fue el propio Diógenes quien lo hizo y se vio obligado a abandonar su casa junto con su padre” (Diógenes Laercio, Vidas de filósofos eminentes, libro 6, capítulo 20). Tanto si fue Diógenes como su padre quien desfiguró la moneda, y por las razones que fueran, el acto provocó el traslado de Diógenes a Atenas.

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La biografía de Diógenes se vuelve, históricamente, sólo más esbozada. Por ejemplo, una historia afirma que Diógenes fue instado por el oráculo de Delfos a adulterar la moneda política, pero lo entendió mal y desfiguró la moneda estatal (Diógenes Laercio, Vidas de filósofos eminentes, libro 6, capítulo 20). Una segunda versión cuenta que Diógenes viajó a Delfos y recibió este mismo oráculo cuando ya había alterado la moneda, convirtiendo su delito en una vocación. Por último, es dudoso que Diógenes llegara a consultar el oráculo; el consejo de Delfos es curiosamente parecido al propio mandato de Sócrates, y el entrelazamiento de vida y leyenda en el caso de Diógenes es igual de sustancial.

El diógenes completo

SÓCRATES era hijo del escultor Sofrónisco y de la comadrona Féneti [como también afirma Platón en el “Teeteto”], y ateniense, del condado de Alopeke. Se cree que ayudó a Eurípides a componer sus dramas. De ahí que Mnesímaco hable así:- “Esta es la nueva obra de Eurípides, los ‘frigios’:

Fue alumno de Anaxágoras, según algunas autoridades, pero también de Damon, como afirma Alejandro en sus “Sucesiones”. Después de la condena del primero, se convirtió en discípulo de Arquelao, el filósofo natural. Pero Douris dice que era un esclavo y que llevaba piedras. Algunos dicen también que las Gracias de la Acrópolis son suyas; son figuras vestidas. De ahí, dicen, que Timón, en su “Silli”, declare: “De ellos procedía el pulidor de piedras”,

pues también era hábil en la discusión. Pero los Treinta Tiranos, como nos dice Jenofonte, le prohibieron enseñar el arte de discutir. Aristófanes también lo pone en escena en la comedia, haciendo que el peor argumento parezca el mejor. Además, fue el primero, con su alumno Æschines, en enseñar la oratoria. Fue asimismo el primero que conversó sobre la vida, y el primero de los filósofos que llegó a su fin siendo condenado a muerte. También se nos dice que prestaba dinero. Al menos, invirtiéndolo, cobraba lo que le correspondía, y después de gastarlo lo volvía a invertir. Pero Demetrio el Bizantino dice que fue Crito quien, impresionado por el encanto de su carácter, lo sacó del taller y lo educó.    2

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